Aún cuando las vacunas son una de las mejores intervenciones de salud pública, gracias a mala investigación y poca ética (ej. el fraude de Wakefield), y a las maravillosas anécdotas (léase con sarcasmo) de celebridades como Jenny McCarthy, algunos padres cuestionan su eficacia y seguridad. Esto ha provocado epidemias de sarampión, tos ferina, y otras enfermedades, de una magnitud que no se veía desde hace décadas.
Los pediatras hacemos nuestro esfuerzo para mantener una buena tasa de vacunación en México. Algunos incluso damos pláticas e inundamos redes sociales con información que consideramos válida.
Vacunas, ¿valen la pena? from Giordano Pérez-Gaxiola on Vimeo.
Pero algo que al menos yo no había considerado es que nuestro esfuerzo puede ser contraproducente.
El mes pasado se publicó un estudio en la revista Pediatrics, en la cual se evaluó el impacto de distintas formas de dar información en las actitudes de padres respecto a las vacunas.
Los autores reclutaron casi dos mil padres de una red nacional e hicieron una primera encuesta para explorar actitudes hacia la vacunación. En un segundo tiempo, hicieron una encuesta experimental. Al azar, se les asignó a los padres uno de cuatro tipos de mensajes pro-vacunación:
- Corrección de información errónea. En este mensaje, escrito con términos simples, con información del CDC, se daba la evidencia que demuestra que la vacuna triple viral no causa autismo.
- Riesgos de la enfermedad. En este mensaje, también escrito en términos simples, se enumeraban los síntomas y los riesgo del sarampión, la rubeola (incluyendo la congénita) y las paperas.
- Anécdota sobre la enfermedad. Se narraba la anécdota de una madre que tuvo hospitalizado por sarampión a su hijo de 10 meses.
- Imágenes de la enfermedad. Se mostraban fotos explícitas de niños con sarampión, rubeola congénita y paperas.
Los resultados son alarmantes. Al presentarles cualquiera de estos mensajes prácticamente no hubo cambio hacia una actitud más favorable por parte de los padres. En el caso del mensaje corrigiendo información errónea, los padres redujeron su creencia de que la vacuna triple viral causara autismo. Pero cuando existía ya una actitud contra esa vacuna, al presentarles ese mensaje estos padres disminuyeron sus intenciones de ponérsela a sus hijos.
Sorprende también que el mensaje que incluía una anécdota aumentó la percepción de que la vacuna puede causar efectos adversos graves. Esto es completamente contrario a lo que narraba la historia y a lo que hubiéramos esperado.
Dentro de lo bueno, cuando los padres tenían una actitud favorable previa, los mensajes parecían reforzar sus deseos de continuar vacunando a sus hijos.
¿Qué nos queda?
En México aún tenemos muy buena tasa de vacunación. Esto ha evitado que epidemias como la del sarampión lleguen a nuestro país. El estudio, hecho en EEUU, nos da un par de enseñanzas: debemos de continuar nuestro esfuerzo y seguir «predicando a los evangelizados». Proveer de información válida a los papás es nuestra obligación ética, y puede permitir que los papás que tienen actitudes favorables hacia la vacunación sigan así. Por otro lado, debemos seguir estudiando cuál es la mejor manera de presentar información a papás que «no creen» en las vacunas porque nuestros mensajes pueden ser contraproducentes.
Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa