Si de piratería se trata, me considero una persona bastante recta. No usé Napster para descargar la música que me gustaba. Nunca entré a Megaupload para compartir archivos con derechos de autor. Ni siquiera uso sitios para descargar las películas nominadas al Óscar aún cuando hago corajes porque muchas de ellas no llegan a los cines de esta ciudad.
Pero al tratarse de compartir ciencia, la línea entre lo bueno y lo malo no se ve tan nítida. Sigue leyendo