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Juegos mentales en medicina

Ayer, en la sesión general del hospital, nos aventuramos en el mundo de los webcasts. Me ofrecí de conejillo de indias e hicimos el primer intento para transmitir la conferencia en vivo, vía internet. Al parecer salió bien. Necesitamos afinar varios detalles, en especial, la iluminación y el audio. Esperamos tener todo arreglado en poco tiempo para poder compartir nuestras sesiones con todo el mundo. Qué mejor manera de recibir retroalimentación que dejándolas abiertas.

En cuanto a la plática, se trató de «Juegos Mentales en Medicina». Es un tema que ya hemos tocado antes y se resume así:

Recetando placebos

El efecto placebo es fascinante. Es increíble que pudiera existir en los niños, pero parece que así es. Es increíble que cirugías falsas provoquen mejoría, pero así pasa.

Pero, si dicho efecto es tan poderoso, ¿es ético usar placebos en nuestra práctica diaria?

Para que exista un beneficio con estas sustancias inertes, forzosamente tiene que haber algo de sugestión, persuasión, o hasta engaño. Y si la relación médico-paciente se basa en la confianza, entonces ¿cómo considerar hacer esto? Sigue leyendo

EL EFECTO PLACEBO EN LOS NIÑOS Y RECIÉN NACIDOS

A propósito del efecto placebo que se ha mencionado recientemente y para estar en la misma «onda» platicaremos un rato de tal efecto. Hace unos días comentaba con la madre de uno de mis pacientes un estudio sobre el uso de antibióticos en otitis media y en la charla también salió a relucir el efecto placebo. Después de esto, la conversación cayó en el tema de la homeopatía. La mamá de mi paciente (también amiga mía) mencionó cómo muchos familiares y amigos le recomendaban tal «terapia». Ahí fue cuando le mencioné lo que se ha comentado ya innumerables ocasiones en nuestro blog y muchos otros, sobre el efecto placebo de la homeopatía y otras terapias alternativas.

Se interesó mucho y preguntó: «Pero, en niños ¿cómo puede existir eso del efecto placebo? Yo entiendo que un adulto se sugestiona y puede decir que una pastilla de azúcar le quita un dolor o le hace sentir mejor… pero ¿en niños? ¿cómo es posible si YO estoy viendo la mejoría…?» Guardé silencio unos tres segundos y con agrado miré cuando ella misma se dio cuenta de la respuesta que acababa de mencionar.

Aunque no es del todo cierta su respuesta, sí explicaría que la mayor parte del efecto placebo que se «observa» en los niños y neonatos viene de una percepción del padre o madre que siente que una inyección es mejor que una píldora para curar a su hijo, o que un chupón con azúcar es bueno para el dolor que no ofrecerle nada. Sin embargo, me siguió quedando la duda de si el efecto placebo puede ser posible en recién nacidos y lactantes, donde el desarrollo de la corteza cerebral aún no es del todo completo y puede que el efecto placebo no se lleve a cabo ahí.

¿Existe el efecto placebo en los niños? Sigue leyendo

PLACEBOS QUE NO SON PLACEBOS AUNQUE PARECEN PLACEBOS

Ya hemos tocado el tema del placebo varias veces. Se sabe que si se le da a alguien una pastilla inerte, pudiera tener algún efecto en su salud. Y que para comprobar si un medicamento funciona, lo mejor es hacer un ensayo clínico aleatorio comparándolo contra un placebo. Pero, ¿y si los «placebos» utilizados en los estudios no son inertes? ¿Qué pasaría si tuvieran algún compuesto activo? Definitivamente podrían modificar los resultados. Sigue leyendo

EL PODER DE LA MENTE

La manera ideal de saber si un medicamento funciona realmente es tratando de evitar que el poder de la mente manipule los resultados (y tratando de evitar otros tipos de sesgos). Es decir, si un paciente sabe qué tratamiento se le está dando, su mente puede hacerlo mejorar (efecto placebo) o incluso empeorar o tener efectos secundarios (efecto «nocebo»). Por ello se realizan los estudios doble ciego, donde ni pacientes ni médicos saben a quién se les da un tratamiento y a quiénes se les da un placebo.

Antes de pensar en el cegamiento está la aleatorización, la cual permite tener dos grupos (uno de tratamiento y uno de control) similares en todo, excepto en lo que se está tratando de evaluar (la intervención o tratamiento). Esto lo dejaremos para otra entrada.

El efecto placebo es real. A veces se menosprecia pero la mente humana es poderosa.

Un estudio muy impactante se publicó en 1960. Desde los años 30’s, se realizaba una cirugía para pacientes con angina inestable en la cual se ligaban las arterias mamarias internas. En aquel entonces, se pensaba que esto provocaría una redistribución del flujo sanguíneo y desviaría la sangre hacia el corazón. Durante años se practicó, con «buenos resultados». Aproximadamente el 70% de los pacientes mejoraban después de la cirugía. Se cansaban menos y necesitaban menos medicamentos. Esto significa que la cirugía era un éxito, ¿cierto?

El mencionado estudio de Grey Dimond de 1960 consistió en dividir de manera aleatoria a pacientes con angina inestable (con electrocardiogramas y pruebas de esfuerzo anormales) en 2 grupos: a unos se les ligaron las arterias mamarias internas, y a los otros se les hicieron las incisiones en el tórax pero no se les ligaron las arterias. La mayoría pacientes que se sometieron a la cirugía real mejoraron. ¡Pero también mejoraron los pacientes de la cirugía falsa!

Ahora se sabe que la teoría detrás de ese procedimiento es errónea. Entonces, por decirlo de alguna manera, ambas cirugías tuvieron un efecto placebo. Y ambos grupos mejoraron. Tal vez realmente cambió la percepción del dolor en estos pacientes. Tal vez el haberse sometido a un procedimiento (aunque falso) los hacía tener más ánimo. El caso es que ambos mejoraron.

Así como este ejemplo existen muchos. Se sabe que dos pastillas son más efectivas que una, aún cuando están hechas de azúcar. Se sabe que el color de la pastilla también influye. La cápsula parece tener mayor efecto que la tableta. Inclusive hasta se ha podido visualizar el efecto placebo.

Increíble, pero real. Por eso hay tantas terapias alternativas que parece que funcionan (véase homeopatía). Incluso los tratamientos que damos los alópatas en muchos casos «funcionan» sólo porque el médico y el paciente así lo desean.

Al final, para poder avanzar necesitamos tener tratamientos efectivos. No podemos simplemente confiar en el placebo. Se debe de demostrar su eficacia haciendo a un lado, dentro de lo posible, el poder de la mente. Y siempre cuidando los aspectos éticos tanto al realizar ensayos clínicos como al considerar recetar deliberadamente un placebo.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa