¿Hasta dónde es obvio?

Casi todos estamos de acuerdo en que la manera más objetiva, imparcial, justa, de probar un tratamiento es mediante un ensayo clínico aleatorio (ECA). También estamos de acuerdo en que hay situaciones en las que un ensayo clínico no es ético, práctico, o costeable, o situaciones en las que parece tan obvio el efecto de una intervención que no se necesita probar con un ensayo clínico. Un ejemplo de esto último son los paracaídas.

Hay una satírica revisión sistemática publicada en el especial navideño del BMJ de hace unos años donde los autores mencionan no encontrar ningún ensayo clínico aleatorio que demuestre que los paracaídas funcionan. Por lo tanto, «no hay evidencia» de que funcionen. Es una pedrada dirigida a todos los fanáticos de los ensayos clínicos, pero que también levanta un tema a discutir. Es obvio que los paracaídas funcionan, a pesar de que haya anécdotas de gente que sobrevive a una caída sin ellos. Pero pensando en otras intervenciones, ¿hasta dónde es tan obvio algo como para no investigarlo?

En medicina, tenemos algunos ejemplos de intervenciones obvias que no se han evaluado mediante ECAs: epinefrina para paro cardiaco, epinefrina para anafilaxia, insulina para diabetes mellitus. Es obvio que funcionan, ¿no? Luego tenemos algunos ejemplos de cosas que pueden parecer obvias, como el uso de oxígeno en pacientes con infarto de miocardio. Pero resulta que hay unos pocos ECAs, incluídos en una revisión sistemática, donde surgen dudas de si el oxígeno para infartos es benéfico o si pudiera ser incluso perjudicial.

Lo cual nos lleva a los ventiladores eléctricos.

Cuando leí que los autores de una revisión sistemática no habían encontrado ensayos clínicos que evaluaran si los ventiladores ayudaban en las olas de calor, lo primero que se me vino a la mente fue ¿no es obvio? Y cuando vi que la noticia salió por todos lados, CBS, ScienceBlog, NPR, volví a pensar lo mismo. Al parecer, hay unos pocos estudios que sugieren que los ventiladores, cuando se usan en temperaturas mayores a 35ºC, pudieran causar daño: al dar la sensación de frescura, la persona pudiera dejar de ingerir suficientes líquidos, deshidratarse, e incrementarse su morbimortalidad. En una entrevista, uno de los autores menciona que si colocas el ventilador pegado a la ventana, metiendo aire caliente del exterior, podría ser perjudicial. Pero, ¿no es obvio? Digo, los que vivimos en el trópico no usamos el ventilador así.

Al pensar en el contexto y al discutir con amigos, colegas y maestros, comienzo a entender la duda de los investigadores. La pregunta surge en países de primer mundo, donde no están adaptados a temperaturas altas y donde las olas de calor pueden matar hasta miles de personas. Lo que es obvio es que te sientes bien cuando hace calor y tienes un ventilador prendido. Lo que los autores no consideran obvio es el efecto que pudiera tener en cuanto a deshidratación y golpe de calor en personas en riesgo. Pero aún cuando la hipótesis pueda estar bien razonada, qué difícil va a ser que puedan estudiar esto con un ECA. ¿Quién aceptaría que lo aleatorizaran y que lo asignaran al grupo control (sin ventilador)?

Lo cierto es que, por más obvias que parezcan las cosas, vale la pena reflexionar y ver si realmente lo son, o si se trata sólo de una ilusión o una costumbre. ¿Hasta dónde llega lo obvio? No tengo ni la menor idea.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa

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