Archivos de la categoría Medicina Basada en Evidencias

LAVADOS NASALES PARA EL RESFRIADO

La Biblioteca Cochrane acaba de publicar una revisión sistemática sobre los lavados nasales en infecciones respiratorias altas. Desde que leí el título me pareció interesante porque he escuchado opiniones totalmente encontradas al respecto. Algunos médicos los recomiendan de rutina, mientras que a otros les parece una tortura irrigar la nariz.

La mayoría de los resultados no demuestra beneficios de la irrigación con solución salina. Se detectaron mínimos beneficios en los pacientes adultos (reducción de 0.3 días de síntomas y menor tiempo fuera del trabajo). Pero se menciona que el 40% de los bebés no toleran las gotas nasales (yo diría que son menos los que las toleran).

Lo decepcionante no es precisamente que no sirva este tratamiento, sino que faltan muchos estudios para saber su verdadera eficacia. Los autores concluyen que los ensayos eran muy pequeños y con un gran riesgo de sesgos. Ahora que lo pienso, la mayoría de las revisiones que he leído acerca de tratamientos para condiciones benignas como las infecciones respiratorias altas (jarabes para la tos, mucolíticos, antihistamínicos para el resfriado…) terminan de manera similar: poco o nada de beneficio, pero falta mayor evidencia. ¿Será que como son condiciones que al final se autolimitarán no se les da importancia y por ello no se realizan buenos ensayos clínicos?

Y de pilón, algunas revisiones que finalmente se han publicado al respecto en Cochrane se están quitando porque los autores ya no tienen tiempo de actualizarlas (e.g. descongestivos intranasales, antihistamínicos para el resfriado).

Por lo pronto, seguiremos tratando de manera empírica estos padecimientos que representan un alto porcentaje de la consulta pediátrica. Y con ello, habrá una gran variabilidad en la práctica.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa

DE LA ALTERNATIVA A LA CONVENCIONAL

Ayer hablábamos del poder de la mente y el efecto placebo. Y también mencionamos un poquito de que las «terapias alternativas» funcionan por este efecto placebo. ¿Qué pasa cuando una terapia considerada alternativa se estudia con una buena metodología y verdaderamente se demuestra una eficacia? ¿La terapia alternativa se transforma en terapia convencional?

Todos hemos oído de la magnetoterapia. En la mayoría de los casos, se trata de «medicina alternativa», sin pruebas que la avalen. Pero hace poco fue publicado en la revista Lancet un curioso ensayo clínico de magnetos para aliviar la migraña.

Lipton RB y colaboradores realizaron un ensayo clínico aleatorio, doble ciego, en el que usaban un pulso magnético transcraneal para pacientes con migraña con aura. Al grupo placebo les ponían un aparato idéntico pero que no lanzaba el pulso magnético. El objetivo principal fue la desaparición del dolor a las 2 horas.

Sus resultados: 32/82 [39%] respondieron en el grupo tratado, 18/82 [22%] en el grupo control. Así tenemos una diferencia absoluta del 17% y un número necesario a tratar de aproximadamente 6. Bastante impresionante. Y también tuvieron resultados benéficos para que los pacientes estuvieran libres de dolor a las 48 horas.

Entonces, en este caso en particular, el magneto pasó de lo alternativo a lo convencional. Pero conste que no son magnetos de esos que venden en la verbena.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa

EL PODER DE LA MENTE

La manera ideal de saber si un medicamento funciona realmente es tratando de evitar que el poder de la mente manipule los resultados (y tratando de evitar otros tipos de sesgos). Es decir, si un paciente sabe qué tratamiento se le está dando, su mente puede hacerlo mejorar (efecto placebo) o incluso empeorar o tener efectos secundarios (efecto «nocebo»). Por ello se realizan los estudios doble ciego, donde ni pacientes ni médicos saben a quién se les da un tratamiento y a quiénes se les da un placebo.

Antes de pensar en el cegamiento está la aleatorización, la cual permite tener dos grupos (uno de tratamiento y uno de control) similares en todo, excepto en lo que se está tratando de evaluar (la intervención o tratamiento). Esto lo dejaremos para otra entrada.

El efecto placebo es real. A veces se menosprecia pero la mente humana es poderosa.

Un estudio muy impactante se publicó en 1960. Desde los años 30’s, se realizaba una cirugía para pacientes con angina inestable en la cual se ligaban las arterias mamarias internas. En aquel entonces, se pensaba que esto provocaría una redistribución del flujo sanguíneo y desviaría la sangre hacia el corazón. Durante años se practicó, con «buenos resultados». Aproximadamente el 70% de los pacientes mejoraban después de la cirugía. Se cansaban menos y necesitaban menos medicamentos. Esto significa que la cirugía era un éxito, ¿cierto?

El mencionado estudio de Grey Dimond de 1960 consistió en dividir de manera aleatoria a pacientes con angina inestable (con electrocardiogramas y pruebas de esfuerzo anormales) en 2 grupos: a unos se les ligaron las arterias mamarias internas, y a los otros se les hicieron las incisiones en el tórax pero no se les ligaron las arterias. La mayoría pacientes que se sometieron a la cirugía real mejoraron. ¡Pero también mejoraron los pacientes de la cirugía falsa!

Ahora se sabe que la teoría detrás de ese procedimiento es errónea. Entonces, por decirlo de alguna manera, ambas cirugías tuvieron un efecto placebo. Y ambos grupos mejoraron. Tal vez realmente cambió la percepción del dolor en estos pacientes. Tal vez el haberse sometido a un procedimiento (aunque falso) los hacía tener más ánimo. El caso es que ambos mejoraron.

Así como este ejemplo existen muchos. Se sabe que dos pastillas son más efectivas que una, aún cuando están hechas de azúcar. Se sabe que el color de la pastilla también influye. La cápsula parece tener mayor efecto que la tableta. Inclusive hasta se ha podido visualizar el efecto placebo.

Increíble, pero real. Por eso hay tantas terapias alternativas que parece que funcionan (véase homeopatía). Incluso los tratamientos que damos los alópatas en muchos casos «funcionan» sólo porque el médico y el paciente así lo desean.

Al final, para poder avanzar necesitamos tener tratamientos efectivos. No podemos simplemente confiar en el placebo. Se debe de demostrar su eficacia haciendo a un lado, dentro de lo posible, el poder de la mente. Y siempre cuidando los aspectos éticos tanto al realizar ensayos clínicos como al considerar recetar deliberadamente un placebo.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa

DEBATES BASADOS EN LA EVIDENCIA: EL EJEMPLO DE LA COCA-COLA Y LA OBESIDAD

Hago esta entrada ya que iba a poner un comentario en la anterior, pero se hace más bonito si ponemos links en el texto =)

Y es que ¡es bonito el debate! Desgraciadamente, cuando existen muchas opiniones sobre un tema es lo más probable que la información sea equívoca, y no tengamos la evidencia que soporte un lado u otro (o como decimos en México, los pelos de la burra en la mano). Si existiesen estudios concluyentes que demuestren que los refrescos producen la obesidad, no habría más debate. Lo mismo pasó con el tabaco, al principio, y de hecho a la fecha, no hay estudios aleatorios doble ciego que demuestren el efecto del tabaco sobre el cáncer. Sin embargo sí los hay observacionales con una dosis respuesta y un RR importante que hace que recomendemos fuertemente no fumar.
La obesidad es factor de riesgo para mortalidad, de eso no hay duda (Franks PW, et al. NEJM 2010;362(6):485-93). Las causas de la obesidad son muchas y nadie a la fecha ha encontrado la intervención idónea o el factor de riesgo único para disminuir la obesidad y por ende la mortalidad y morbilidad que acarrea.
Referente a los refrescos (sea coca-cola, pepsi-cola, no tenemos preferencia o mala leche), la pregunta (que usualmente viene de un padre de familia) es:

«¿Usted recomienda que le dé refrescos a mi hij@?»

Y aquí viene lo difícil y a la vez bonito de la ciencia:
Primero tengo que tener una evidencia. Esta puede ser de calidad alta, media, baja o muy baja. Los ensayos clínicos aleatorios, por ejemplo, son inherentemente de alta calidad, mientras los estudios observacionales son de calidad baja. Un estudio observacional se puede elevar en el nivel de la calidad de la evidencia, si existe una fuerte asociación, o una dosis-respuesta. Pero también puede disminuirse si existe mala metodología, la asociación es débil o hay conflicto de intereses.

Adjunto un ejercicio que llevé a cabo; primero hacemos la pregunta clínica:
P= pacientes con sobrepeso u obesidad, I= refrescos de cola, C= no refrescos de cola, O= disminución de la obesidad o sobrepeso.

Para buscar empecemos por la pirámide de la evidencia, es decir, una revisión sistemática que nos conteste esta pregunta.

Usamos los términos siguientes:

(obesity OR overweight) AND ((drinks OR beverage) AND (soft OR cola OR carbonated OR sugar OR sweet))

Después de escribir nuestra estrategia, hay que hacer la búsqueda en la base de datos de la librería Cochrane, y después en DARE y si no hay éxito, directamente en PubMed (área de clinical queries, tratamiento).

En la librería Cochrane no encontré revisiones sistemáticas específicas para refrescos, pero se hallaron incluidos en la revisión sistemática de intervenciones para prevenir la obesidad infantil en donde la evidencia es de moderada calidad aún así. En DARE, fue menos el éxito.

Decidí ir a Pubmed clinical queries, donde coloqué la misma búsqueda en la caja de revisiones sistemáticas. Aquí hubo mejores resultados. 24 entradas que pueden ustedes revisar. De estos vale la pena recalcar varias revisiones:

La revisión sistemática de Malik es bastante completa, aunque no buscó literatura en otros idiomas que el inglés. Incluye tanto estudios observacionales como ensayos clínicos aleatorios. Concluye que no se recomiendan estas bebidas y su disminución en la ingesta se asocia a disminución del peso.

Un statement de la Academia Americana del Corazón concluye lo mismo. Y menciona que las bebidas azucaradas son la  principal fuente en los EEUU de azúcares refinados.

La revisión sistemática de Gibson: mismas recomendaciones, con similar evidencia.

Me sorprendió hallar en los ensayos clínicos este de Chen y cols. El «PREMIER trial», donde directamente una ingesta de bebidas azucaradas, se relaciona con incremento de la ganancia de peso.

En resumen, vuelvo a la pregunta de los padres…

¿Usted me recomienda, doctor, darle refrescos de cola a mi hij@?

Calidad de la evidencia: moderada

Fuerza de la recomendación: Débil para NO recomendar la intervención/consejo (o sea, los refrescos).

Mi respuesta es NO; es decir, mi recomendación final, en base a la evidencia de calidad moderada, es, probablemente no se los ofrezca. Es probable que no le pase nada, pero se incrementa el riesgo de obesidad, con la evidencia a la fecha obtenida. Todo esto en base al sistema GRADE de gradación de la evidencia, del cual hablaremos en otra ocasión.

Cada quien es libre de tomar bebidas azucaradas, alcohólicas, fumar tabaco o inclusive, si es legal, marihuana. El problema viene cuando implica un incremento en el riesgo a la salud, por ende un gasto a la sociedad. Por eso, en mi opinión, no veo con malos ojos un impuesto a estas bebidas, lo cual ya se ha hecho en México y Giordano ya proveyó de la liga en el post previo.

Carlos A. Cuello García
Centro de Medicina Basada en Evidencia del Tecnológico de Monterrey
www.cmbe.net

EL COLMO: COCA-COLA PARA LA OBESIDAD

Las compañías pro-obesidad (alimentos y bebidas chatarra) ya no saben ni qué inventar para vender sus productos. Ahora resulta que se están dirigiendo a los médicos con una bien presentada monografía titulada «COCA-COLA y la alimentación del niño», como verán en la foto. El contenido es esperado: justificaciones, pretextos y «pruebas» para convencer que los refrescos pueden, y deben (según ellos), ser parte de la alimentación en los niños.

La primera parte habla un poco de los requerimientos nutricios de los niños y dice así:

«los niños deben consumir de 4 a 5 vasos diarios de bebidas, incluida el agua purificada, jugos, bebidas con jugo, refrescos, leche, etc., como parte de una dieta correcta y manteniendo un estilo de vida saludable. De acuerdo con una amplia revisión de estudios del Instituto de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, todas las bebidas, contribuyen a la hidratación, incluidas las que contienen cafeína».

Esa «amplia revisión» puede consultarse aquí. ¿Qué dice? «Aproximadamente el 80% de la ingesta de agua total proviene de bebidas y agua. Aunque ha sido demostrado en algunos estudios que el consumo de bebidas que contienen cafeína y alcohol tienen efectos diuréticos, la información disponible indica que estos podrían ser transitorios por naturaleza, y que esas bebidas contribuyen a la ingesta total de agua». (Traducción de un servidor).

A ver si entiendo. Entonces, como contribuyen a la hidratación, hay que recomendarlas a los niños. Digo, se puede interpretar como sea esta revisión.

Continuemos. En las siguientes dos páginas se grafica el aumento de obesidad de 1999 al 2006. Se menciona que México ocupa el número 13 en prevalencia de obesidad infantil (yo pensé que andábamos en segundo lugar, ¡qué bien!, se ve mejor el lugar que nos pone esta monografía).

La siguiente página dice así:

«El problema del sobrepeso y la obesidad infantil es multifactorial, ningún alimento o bebida por sí solos, son responsables de este problema [a]. En el caso de los refrescos, datos de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas, A.C. (ANPRAC) [b] indican que el consumo per cápita de refrescos creció el 12% entre 1990 y 2006, mientras que en el periodo 1999-2006 [c], el sobrepeso y la obesidad en escolares aumentaron en 43%, por lo que no hay evidencia estadística que relacione al consumo de refrescos como causante único de sobrepeso y obesidad [d]«.

[a] ¡Eureka!
[b] ¿Ustedes creen que esta organización tenga un conflicto de intereses al realizar sus estadísticas?
[c] Noten cómo comparan dos periodos distintos: 1990-2006, 16 años, -vs- 1999-2006, 7 años.
[d] ¿A poco para existir evidencia estadística, de que la culpa la tienen los refrescos, los porcentajes tendrían que ser iguales? No sabía que esto era directamente proporcional y que no se tenían que tomar en cuenta otras variables.

Luego se habla de que los endulcorantes son seguros en los niños. Pero lo mejor es el razonamiento de porqué usar COCA-COLA ZERO y COCA-COLA LIGHT para el control de peso:

«Diferentes estudios han mostrado que los endulcorantes bajos en calorías pueden ser usados para lograr la reducción de la ingestión de calorías y, dentro de un estilo de vida saludable, ayudar a la disminución de peso. El nulo contenido de calorías en refrescos como COCA-COLA LIGHT y COCA-COLA ZERO, puede ser un instrumento útil para el control y mantenimiento del peso en los niños, en particular, pueden ayudar a los niños con sobrepeso u obesidad y a quienes viven con diabetes (en quienes es conveniente evitar las bebidas regulares azucaradas) a lograr un balance en su alimentación sin privarse de bebidas con sabor dulce».

Esta parte está respaldada por 8 referencias. En ellas se incluye un ensayo clínico sin ocultación de la secuencia de aleatorización, algunas revisiones narrativas y estudios pilotos. Y obviamente, ningún estudio realizado en niños.

Y al final, ponen algunas viñetas interesantes. Una de ellas dice:

«Un vaso de COCA-COLA regular aporta un número semejante de calorías que un vaso de limonada o agua de frutas hechos en casa».

¿Están sugiriendo que engorda lo mismo y por lo tanto, que mejor tomen COCA-COLA? Se me antoja pensar que las bebidas naturales de frutas tienen un poquito (o un mucho) de mejor valor nutricional, lo cual es mucho más relevante que simplemente contar calorías.

Señores de The COCA-COLA Company, preferiría que se dedicaran a hacer comerciales bonitos para persuadirnos de tomar una bebida sabrosa y no tratar de usar «ciencia» para convencer a los médicos o al público en general de los «beneficios» de sus bebidas chatarra.

Ojalá y pronto se apruebe en todo el mundo el impuesto a este tipo de alimentos.

Giordano Pérez Gaxiola
Departamento de Medicina Basada en la Evidencia
Hospital Pediátrico de Sinaloa