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Cómo obtener intervalos de confianza 95% cuando nos proveen solo el valor P

Les quise compartir este artículo de los profesores Bland y Altman, de la Universidad de Oxford, quienes en su ingenio y gusto por la estadística en medicina (un gran ejemplo son sus respectivos libros de texto) nos proveen de una fórmula relativamente sencilla cuando nos enfrentamos a un problema: ¿Cómo obtener un IC95% cuando sólo nos dan el valor P?

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Como la salud vende, primero diseñaré un aparato novedoso. Algo que se vea moderno pero a la vez familiar. Es más, invitaré a mi cuñado, quien es ingeniero, al proyecto. Registraremos la patente cuanto antes posible.

Justificaré el diseño del aparato con fisiología que sea palpable, creíble. Ciencia básica no comprobada, pero tampoco descartada. Para culminar la primera etapa, mencionaré que el aparato mejora a personas con múltiples enfermedades. Por supuesto, las enfermedades que abarcaré serán las que no tengan cura o que no tengan tratamientos con evidencia científica suficiente. Problemas crónicos y desgastantes. Padecimientos esclavizantes, pero no mortales a corto plazo. O enfermedades agudas en las que la inmensa mayoría mejore por sí sola.

Al explicar las virtudes del aparato, incluiré palabras como iones, ondas electromagnéticas, energía, materiales orgánicos, moléculas, biocinética, biomagnético, bioeléctrica, bio… Seré lo suficientemente ambiguo para que no se alcance a entender. No, no me digan que estaré cantinfleando. Sigue leyendo

Entre más peor, más mejor

Sí, yo sé que el título tiene mala gramática. Pero síganme la corriente por un segundo. El mensaje completo sería así: «entre más grave el paciente, el tratamiento funcionaría mejor». Suena paradójico, ¿a poco no?

No es tan literal como ese enunciado, pero la idea salió de una situación planteada la semana pasada. Imaginemos un paciente de 5 meses a quien se le diagnostica enfermedad de Kawasaki. Es raro que se presente a esa edad, pero puede pasar. Y además de ser raro, resulta que los niños menores de 1 año que llegan a padecerlo tienen mayor riesgo de alteración en arterias coronarias. Mientras en niños mayores de 1 año el riesgo se aproxima al 25%, en menores el riesgo parece rondar cerca del 45%.

Entonces, si el lactante menor tiene mayor riesgo de complicaciones (o está «más peor» que el niño grande), alguien podría cuestionar qué tanto vale la pena tratarlo con inmunoglobulina. «Como tiene más riesgo de aneurismas, pensaría que es menos probable que le sirva la IGIV».

O viéndolo de otro modo: si tenemos 2 poblaciones de niños con Kawasaki, 100 lactantes menores y 100 niños mayores de 1 año, ¿cuál población se vería más beneficiada con la inmunoglobulina? Sigue leyendo