«Si no hace daño, ¿por qué no probarlo?«. Si tan sólo fuera así de fácil.
Cuando nos sentimos mal estamos dispuestos a probar de todo. Cuando se trata de un padecimiento crónico, aún más. O incluso cuando estamos sanos, y alguien nos promete que con su producto o terapia alternativa nos sentiremos aún mejor, «si no hace daño, ¿por qué no probarlo?«.
Cuando se nos trata de vender un tratamiento mágico, nos bombardean de testimonios de gente a quien le «ha funcionado muy bien». De hecho, sus únicas pruebas de que estas terapias funcionan son las historias de los pacientes. Sigue leyendo